Ernest Thomas, Samuel Shepherd, Charles Greenlee y Walter Irvin ya no están más en vida, pero pueden seguir descansando en paz. Un juez de Florida, en Estados Unidos decidió exonerar a los cuatro afroamericanos de toda culpa por presuntamente haber violado a una joven en 1949, acto que nunca se confirmó.
LA SUPUESTA VÍCTIMA, NO PRESENTABA LESIONES QUE CONFIRMEN UN ABUSO SEXUAL, PERO PESÓ MÁS LA INJUSTICIA
Los familiares y organizaciones civiles que estaban a favor de ellos reclamaban la decisión desde hace varios años y el fiscal estatal William Gladson lo planteó el mes pasado. En 2019, el gobernador del estado, Ron DeSantis, los perdonó, pero la medida tomada ahora invalida el supuesto delito que perpetraron.
Al año siguiente, la autoridad fue a la ciudad de Groveland para inaugurar una placa conmemorativa de “Los Cuatro”. La leyenda del reconocimiento dice “La brutalidad e injusticia que sufrieron estos hombres resultó en la muerte injusta de Thomas y Shepherd y en los encarcelamientos injustos de Irvin y Greenlee”.
Los golpearon y a uno lo mataron
El trágico caso de los afroamericanos se desarrolló en el condado de Lake, en el mismo estado. Una adolescente de 17 años y piel blanca aseguró que ellos la violaron y tanto las autoridades como los ciudadanos actuaron rápidamente para capturarlos con el objetivo de que paguen por el daño que habían hecho.
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Tres de ellos fueron arrestados a los pocos minutos y encima los golpearon. El cuarto, Thomas, logró escapar, pero más de mil personas empezaron con su búsqueda. Luego de varias horas lo encontraron durmiendo bajo un árbol y, según los medios de aquella época, le dispararon unas 400 veces en el cuerpo.
La indignación del momento no terminó ahí. Un enardecido grupo acudió hasta un vecindario afroamericano y prendieron fuego a varias viviendas en forma de venganza por el abuso sexual contra la menor de edad. Las lenguas de fuego tardaron varios días en sofocarse y generó grandes pérdidas materiales.
Inicialmente condenaron a Greenlee, Irvin y Shepherd a pesar de no haber pruebas contundentes sobre el caso. Además, los exámenes practicados a la fémina arrojaron que probablemente no había sido ultrajada debido a que sus partes íntimas no presentaban lesiones que dieran a sospechar esa premisa.
El primero recibió cadena perpetua y los otros dos fueron sentenciados a pena de muerte. Sin embargo, en 1951, después de que un Tribunal Supremo de Florida ordenara un nuevo juicio contra ellos, el alguacil Willis McCall disparó contra Shepherd y Irvin presuntamente porque habían tratado de escapar.
Los impactos de bala fueron mortales para el primero, quien murió casi en el acto. El segundo fue afectado con un proyectil en la nuca, pero logró sobrevivir contra todo pronóstico, pues una ambulancia se negaba a trasladarlo hasta un hospital porque era una persona afroamericana y demoraron para atenderlo.
Al herido le dieron libertad condicional en 1968, pero lo encontraron muerto en el interior de su auto al año siguiente. Greenlee, el único que quedaba vivo de los cuatro fue beneficiado con libertad bajo fianza en 1960, pero no pudo hacer una vida normal y finalmente falleció en 2012 por causas naturales.
No fue el único caso de injusticia
El mismo año ejecutaron a siete afroamericanos en Estados Unidos por violar a una mujer blanca en Virginia. La supuesta agraviada contó que la amenazaron junto a las vías del tren de Southside, Virginia, y la llevaron hasta un bosque para ultrajarla. Ellos se declararon inocentes, pero los mataron en ocho días.
Los implicados confesaron que intentaron tener relaciones sexuales con ella, pero dieron versiones distintas de lo sucedido. Eran analfabetos y no leyeron bien los documentos, tampoco tenían un abogado cuando firmaron la declaración, pero aún así los hicieron sentarse en la silla eléctrica.
Sus familiares protestaron por el caso durante varios años hasta que, en el mes de septiembre del presente año, el gobernador Ralph Northam los indultó de forma póstuma. “Setenta años ¡Setenta años!”, exclamó Pamela Hairston, una familiar de los fallecidos, refiriéndose al tiempo que tuvieron que esperar.