Desde el comienzo de la pandemia los primeros estudios médicos indicaban una tendencia que luego las estadísticas terminarían confirmando: el coronavirus infecta a todos por igual, pero la enfermedad que genera, COVID-19, afecta más a los hombres.
NUEVAS INVESTIGACIONES BRINDAN RAZONES GENÉTICAS, SOCIALES Y HASTA EVOLUTIVAS DE LA MAYOR RESISTENCIA ANTE LA INFECCIÓN POR COVID-19
Varios son los estudios científicos en todo el mundo que se han publicado a lo largo de la actual pandemia por COVID-19 en donde se resalta que el virus SARS-CoV-2 afecta más a los hombres que a las mujeres. Y especialmente a los hombres mayores, quienes tienen hasta el doble de posibilidades de enfermarse gravemente y morir que las mujeres de la misma edad, según datos estadísticos sanitarios de varios países.
Para el médico infectólogo Roberto Debbag (MN 60253) la mortalidad por COVID-19 en hombres más que en mujeres fue una tendencia clara desde el comienzo de la enfermedad. “De hecho, se empezó a estudiar por primera vez en China, donde un análisis realizado en febrero de 2020 encontró una tasa de mortalidad del 2,8% en los hombres en comparación con el 1,7% en las mujeres”.
Al principio, se sugirió que ser fumador podía ser una explicación probable. En China, casi el 50% de los hombres -pero solo alrededor del 2% de las mujeres- fuman, por lo que se supuso que las diferencias subyacentes en la salud pulmonar contribuían a que los hombres padecieran peores síntomas y resultados.
La hipótesis del tabaquismo fue respaldada por un artículo, publicado en febrero que encontró que los fumadores constituían aproximadamente el 12% de aquellos con síntomas menos graves, pero representaban el 26% de los que terminaron en cuidados intensivos o murieron.
Sin embargo, una nueva investigación publicada en la revista Science reveló que el sesgo masculino en la mortalidad por COVID-19 se observa en casi todos los países con datos disponibles desglosados por sexo, y el riesgo de muerte en los hombres es 1,7 veces mayor que en las mujeres.
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Los sistemas fisiológicos también se diferencian por el sexo, incluido el sistema inmunológico. La infección por diferentes patógenos da como resultado respuestas inmunes diferenciales y resultados de la enfermedad por sexo, y aunque el patrón depende de la edad y otros factores del hospedador, el sexo masculino se asocia más a menudo con respuestas inmunitarias más bajas y mayor susceptibilidad o vulnerabilidad a infecciones en animales.
Lo mismo sucede con otras enfermedades donde los pacientes varones tienen cargas virales más altas, como en el caso del virus de la hepatitis B y el VIH, mientras que las mujeres generalmente desarrollan una respuesta inmune más robusta a las vacunas, como las vacunas contra la influenza.
“Está relacionado a que las mujeres tienen una respuesta inmune más efectiva contra las infecciones y las inmunizaciones incluyendo a la infección por el nuevo COVID-19. Todavía se están estudiando, pero es importante para poder efectivamente desarrollar tratamientos o terapias que modulen la respuesta inmune”, aseguró a Infobae la médica infectóloga Romina Mauas (MN 100075), coordinadora médica en Helios Salud.
Otra razón relevante tiene que ver con la salud cardiovascular. “Las mujeres tienen enfermedades cardiovasculares más tarde que los hombres. Gracias a la protección que les proporciona el estrógeno al menos hasta la menopausia e incluso durante unos diez años a partir de entonces. Entonces, en el caso del COVID, hasta los 50-60 años, están mejor protegidas de las consecuencias peligrosas”, sostiene el doctor Fabrizio Pregliasco, virólogo de la Universidad de Milán.
En cuanto a la agresividad de la enfermedad, el virus responsable del COVID-19 penetra en las células uniéndose al receptor ACE2 (enzima convertidora de angiotensina), una enzima que regula la vasoconstricción arterial y se encuentra en las células del epitelio pulmonar donde protege al pulmón del daño causado por infecciones, inflamación y estrés. En las mujeres en edad fértil, los estrógenos pueden reducir la presencia del receptor ACE2, que también es expresado por un gen en el cromosoma X; los andrógenos masculinos parecen jugar un papel opuesto en el tejido pulmonar donde, de hecho, ACE2 está más representado.
En otro reciente estudio científico, un equipo liderado expertos de los Estados Unidos con investigadores de China, Australia y el Reino Unido encontró una nueva pista: los niveles del ácido quinurénico están asociados a mayores cuadros severos en los hombres en el trabajo clínico que se centró en un análisis metabolómico del suero de pacientes que habían tenido la enfermedad COVID-19 y de los trabajadores sanitarios no infectados. En el trabajo publicado en la revista especializada Science Signaling, identificaron 17 metabolitos que estaban asociados a la enfermedad. Y encontraron que sólo en los pacientes varones con COVID-19, la cantidad del metabolito triptófano ácido quinurénico se correlacionó con la edad, la inflamación y el resultado de la enfermedad. Ese ácido inhibe la liberación de glutamato, y la abundancia de glutamato se redujo en los pacientes que se deterioraron. Esos hallazgos indican que el ácido quinurénico se asocia con diferencias específicas del sexo en las respuestas inmunes a COVID-19.
El estudio ayuda a explicar las diferencias observadas en la mortalidad y la respuesta inmunitaria al virus del SARS-CoV-2 en función del sexo. Los resultados también apuntan a que la selección de esta molécula podría mejorar los resultados en los pacientes masculinos.
El doctor Jorge Geffner, investigador superior del Conicet director del Departamento de Microbiología, Parasitología e Inmunología de la Facultad de Medicina, Universidad de Buenos Aires, investigador superior del Conicet y vicedirector del Instituto INBIRS, comentó sobre el estudio publicado en Science Signaling: “En los hombres, no en las mujeres, observaron que los niveles plasmáticos de ácido quinurénico correlacionan con la gravedad de la enfermedad COVID-19. También correlacionan con marcadores propios de la gravedad, como lo son los niveles de citoquinas inflamatorias y la disminución en el número de linfocitos T circulantes”.
De acuerdo con Geffner, “el ácido quinurénico es un metabolito del triptofano y actúa como estimulante de un receptor que se expresa en diferentes células de nuestro organismo que es el receptor AHR, que es capaz de mediar reacciones inflamatorias”. El investigador agregó: “Sabemos que los hombres tienen en términos generales peor pronóstico cuando desarrollan COVID-19 grave y este trabajo aporta un nuevo elemento a tener en cuenta, más allá de las hormonas sexuales, diferentes en el hombre y en la mujer”.
Mujeres más resistentes
Carlo Selmi, jefe de la Unidad de Reumatología e Inmunología Clínica de Humanitas, profesor de la Universidad de Humanitas tiene una teoría evolutiva para responder a por qué hay más resistencia a la sobrevida del virus en las mujeres. “Para salvaguardar la continuidad de la especie, la supervivencia de las mujeres es más importante que la de los hombres. Y tengamos en cuenta que hasta hace unas décadas, antes de que se entendiera la importancia de la higiene y aparecieran medicamentos para combatirla de manera eficaz, las infecciones eran la principal causa de muerte. Ya con el SARS haciendo su primera aparición en noviembre de 2002, se vio que las mujeres reaccionaban mejor a la infección. Y también en cuanto a la respuesta a las vacunas, en las mujeres hay una respuesta de anticuerpos más eficaz”, indicó.
“En las mujeres la inmunidad innata, nuestra primera barrera de defensa, que es la que no depende de experiencias de infección pasadas, es más fuerte gracias, como bien ilustra la mayor presencia de interferón, una citoquina que actúa contra virus y cuya producción está ligada al cromosoma X. Y como todo el mundo sabe en las mujeres hay dos cromosomas X mientras que en los hombres se tiene un cromosoma X y uno Y. Además, el segundo nivel de protección también es más poderoso en las mujeres. De hecho, los altos niveles de estrógeno aumentan la eficiencia de la inmunidad adaptativa, es decir de los linfocitos B y T, los centinelas en defensa de nuestro organismo que producen anticuerpos y destruyen directamente los microorganismos, mientras que, por el contrario, el nivel más alto de andrógenos, típico de los hombres, reduce la respuesta inmunitaria y también la de las vacunas”.
“La mayor fortaleza del sistema inmunológico femenino, muy útil en caso de infecciones, incluyendo el COVID, sin embargo, tiene un precio: las mujeres sufren más fácilmente de enfermedades autoinmunes, debido a un sistema inmunológico altamente reactivo que cuando “enloquece”, sin embargo, también ataca con mayor poder al organismo que debe defender”, concluye.
El sexo también tiene un gran impacto en la vejez. Las células inmunitarias o incluso el sistema inmunológico se ven afectados de forma diferencial por el envejecimiento, según el sexo. El envejecimiento induce una disminución en la proporción de células T vírgenes que es más prominente en los hombres, y las células B disminuyen después de los 65 años solo en los hombre.
Estos tienen cambios abruptos y drásticos en el paisaje epigenético de sus células inmunes entre las edades de 62 y 64, y posteriormente exhiben un fenotipo de inmunosenescencia acelerada que se caracteriza por una mayor expresión de genes proinflamatorios innatos y una menor expresión de genes relacionada con la inmunidad adaptativa, lo que potencialmente podría predisponer los hombres mayores a la hiperinflamación y las respuestas inmunitarias adaptativas deficientes.
Los hombres también se vieron afectados con más intensidad durante los brotes de SARS y MERS. Más mujeres que hombres fueron infectadas por el SARS en Hong Kong en 2003, pero la tasa de mortalidad entre los hombres fue 50% más alta, según un estudio publicado en la revista Annals of Internal Medicine.
En cuanto al MERS, alrededor del 32% de los varones que lo contrajeron terminaron muriendo, en comparación con el 25,8% de las mujeres. Y no es un rasgo de las enfermedades siglo XXI, ya que los jóvenes adultos masculinos también murieron en una proporción muy superior a las jóvenes durante la epidemia de gripe de 1918.