La doctora Ruth Shady (74) no podía dormir tranquila cuando se encontraba en Caral, al norte de Lima, la zona arqueológica catalogada como la ciudad más antigua de América. Traficantes de terrenos quieren posicionarse del territorio a cualquier precio y las amenazas de muerte no faltaron para intimidarla.
SON TRES GRUPOS DE FAMILIAS QUE BUSCAN HACERSE DE LAS HECTÁREAS A COMO DÉ LUGAR PARA VENDERLAS A UN PRECIO APROXIMADO DE 38 MIL DÓLARES
Con tablas de madera evitaba que la espíen desde los exteriores de su habitación, pues en cualquier momento podían dispararle. Pese a que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) la declaró como Patrimonio Mundial de la Humanidad, el resguardo policial fue poco.
«Llamaron al abogado (del espacio arqueológico) para asustarlo. Le dijeron que si seguía haciendo la defensa como yo le indicaba, lo iban a matar. Igual que a mí. Que nos iban a dejar cinco metros bajo el suelo«, especificó la arqueóloga elegida como una de las 100 mujeres más influyentes e inspiradoras del mundo por la BBC.
Desde hace poco menos de 30 años, Shady viene con el objetivo de seguir realizando descubrimientos importantes para la historia del Perú. Con su equipo localizaron 25 asentamiento de la remota civilización que surgió hace unos cinco mil años aproximadamente y que sobrevivió por casi un milenio.
Problemas con las tierras
Caral cuenta con terrenos áridos rodeados de ríos que permiten la actividad agrícola y explotación de minerales. En 1970 se desarrolló una reforma agraria, la cual dividió la tierra de los grandes hacendados con sus trabajadores. Se favoreció a los migrantes, pero no se sintieron identificados con el valor arquitectónico.
«Siempre contestaban con mucho desprecio. Entonces empezamos a transmitirles esa información histórica, los contratábamos para trabajar en los lugares de investigaciones, los formamos en los trabajos que se realizan. Y poco a poco vemos que ellos ya se consideran caralinos«, precisa la experta.
La popularidad por ser un territorio relativamente para la época cautivó la miradas de más y más personas, todos querían recibir un espacio para asentarse. Sin embargo, encontraron lugares ya establecidos con propietarios. Es por ello que quisieron tomar posesión de las ruinas.
Con el pasar del tiempo se consiguió la presencia de la Policía Nacional del Perú (PNP), no era suficiente, pero se podía lidiar con los inconscientes. Con la llegada de la COVID-19, la vigilancia se aminoró, situación que algunos aprovecharon para invadir y llevar maquinaria.
La hectárea subió de precio
Hasta el momento se identificó a tres familias como las más interesadas en poseer unas cuantas hectáreas de Caral. Estuvieron haciéndolo poco a poco, pero lograron frenarlos antes de que se apoderen de todo. El negocio está en el alto valor que tiene el metro cuadrado.
Antiguamente se sabía que una hectárea (10 mil metros cuadrados) costaba unos cinco mil dólares. En la actualidad su valor llega a los 38 mil dólares (S/137 925), un monto con el que muchos quieren hacerse. Es así que denunciar estas inapropiadas prácticas puede costarle la vida a Ruth Shady y a su equipo.
«La policía nos decía que no tenían suficiente personal y que no era su prioridad la protección del patrimonio arqueológico. Inmediatamente vinieron las amenazas. Lo que les interesa es asentar la invasión y luego van extendiéndose. Pero este es un valle de los inicios de la civilización», sostiene.
Siente mucho desinterés
Aparte de que su vida corre peligro, a la arqueóloga también le preocupa el desinterés que mostraron las autoridades en determinados momentos. La PNP desplegó en un momento a 50 efectivos y mandaron un guardia de día y otro de noche, pero no basta.
«No es posible que no haya suficiente interés por la protección del patrimonio. Me he sentido bastante estresada, decepcionada, pero me he recuperado al ver que he contado con ayuda de la prensa que ha motivado a las autoridades. No en la medida que quisiéramos, pero algo sí se está haciendo ya«, comentó.
Por protección personal y la pandemia del coronavirus, la arqueóloga permanece fuera de la zona desde hace varias semanas. Aún así, espera que en algún momento puedan tener el resguardo necesario para seguir adelante con el proyecto que se codea con grandes civilizaciones antiguas de otras partes del mundo.