La mujer más guapa del mundo. Así era el título de una película que, en su momento (1955), pocas mujeres aparte de Gina Lollobrigida podían protagonizar. La actriz italiana falleció la semana pasada a los 95 años tras haber sido, además, una persona de lo más polifacética: escultora, fotógrafa e, incluso, al final de su vida quiso ser política presentándose al Senado.
ACABO SUS DÍAS EN UNA GUERRA TREMENDA CON SU ÚNICO HIJO POR SU FORTUNA
Pero en la intimidad, la vida de La Lollo, como era conocida, fue de todo menos lo esperable para la mujer más guapa del mundo, acabando sus días en una guerra tremenda con su único hijo y habiendo vivido el desengaño más cruel por las mentiras de quien dijo amarla cuando parecía que nadie más lo haría.
Gina se había casado muy joven. De hecho, prácticamente casi toda su carrera la hizo al lado del médico esloveno -entonces yugoslavo- Milko Škofič, a quien apenas conocía de unos meses cuando pasaron por el altar en 1949. Sin embargo, la jugada le salió redonda a la intérprete, que estuvo con él 22 años. Škofič se convirtió en su agente y representante y le dio a La Lollo a su único hijo, al que bautizaron como Andrea Milko Škofič (o Milko Škofič Jr.), el cual le daría con el tiempo a su único nieto, también llamado Milko.
Tras su divorcio de Škofič en el año 1971, Gina dejaría poco a poco aparcada su carrera interpretativa para centrarse en sus otras pasiones artísticas, llegando a ser una reputada fotógrafa de prensa con retratos de Paul Newman, Fidel Castro o Salvador Dalí y coleccionando grandes obras de arte en su casa, con algunas incursiones esporádicas como su papel en Falcon Crest.
Y sin embargo, en el nuevo milenio la vida de la Bersagliera daría varios vuelcos. El primero, en 2006, cuando ella tiene 79 años, fue increíblemente polémico. Se anunció en la revista ¡Hola! su compromiso con el empresario español Javier Rigau y Rifols, de 45, al que había conocido en Monte Carlo a mediados de los años 80 y que había sido su amante («Al principio fue una relación puramente sexual. Ella solo venía a España para verme y acostarse conmigo», llegaría a decir).
En diciembre de aquel mismo año, debido según dicen a la presión mediática, deciden no seguir adelante con la boda y, de hecho, separan sus caminos. Pero nada más comenzar el año 2013 todo salta por los aires: en teoría, se había producido una boda en Barcelona entre ambos en 2010. Esta había sido civil, por poderes y ante notario, pero la italiana aseguraría no solo que su firma se había obtenido mediante engaños, sino que quien estaba presente era una actriz que se hizo pasar por ella.
Rigau aparecía como heredero de Gina, cuya fortuna ascendía a una cifra cercana a los 36 millones de euros. Comenzaron entonces dos procesos judiciales, uno en España, que se archivó, y otro en Italia, concediéndole el Vaticano la nulidad matrimonial a la diva.
Y aún así, quedaba en la vida de Gina Lollobrigida otro escándalo, el que ha hecho tan amargo sus últimos años. Todo empezó, de nuevo, con la italiana buscándose un amante mucho más joven, todavía en la veintena: Andrea Piazzolla. Este comienza a trabajar también como su asistente, ganándose el favor de la actriz pero la total enemistad de Milko Škofič Jr., quien a pesar de que no ve a su madre desde un par de años acude a la justicia italiana para que confirmen que su madre ya no estaba en facultades para poder administrar sola su fortuna.
La justicia no solo le da la razón sino que, igual que le ocurriese a Britney Spears, se nombra a un administrador externo para gestionar su patrimonio y prohibiéndole que saque a subasta algunos de sus bienes, convirtiéndose su hijo en «lo más humillante» para ella y «lo que más dolor» le producía.
Pero su hijo no ha pensado así ni ha cambiado de opinión antes de que su madre falleciese. De hecho, el abogado de la actriz y artista, quien fuera uno de los más reputados fiscales antimafia de Italia, Antonio Ingroia, explicó las que él consideraba las intenciones de Andrea Milko Škofič: «Únicamente hay un objetivo y ese no es el bienestar de Gina Lollobrigida, sino su fortuna».
La Bersagliera acabó su intervención en aquel programa de la televisión italiana con una frase que, desgraciadamente, no ha visto cumplida: «Tengo derecho a vivir en paz, pero también a morir en paz».