Jeanette Maples parecía una chica normal de un pueblo del medio oeste de Estados Unidos. La joven, de 16 años, vivía en Eugene, Oregon, una localidad de menos de 200.000 habitantes, ubicado en un valle fértil rodeado de montañas.
Los servicios sociales de Oregon, Estados Unidos, jamás hicieron caso a las denuncias
Se destapa el horror
Nadie imaginaba el calvario que vivía cada vez que se cerraba la puerta de su casa. Todo estalló el 9 de diciembre de 2009, antes de la cena. La policía y los paramédicos fueron llamados desde su casa de Howard Avenue, en el número 150. En el interior, descubrieron a Jeanette, herida e inconsciente en la bañera. Según su mamá Angela, la chica estaba dormida en el living cuando simplemente dejó de respirar. Nunca pudo explicar cómo pudo llegar hasta el baño de la casa.
Los médicos que intentaron reanimarla vieron que Jeanette había sido víctima de abuso prolongado y hambre. El doctor Daniel Davis, el patólogo que realizó la autopsia, dijo que le hicieron daño de tantas maneras que no pudo determinar qué herida la había matado. “No había grasa en su cuerpo y muy poco tejido muscular”, declaró ante el juez y el jurado que se mantuvo todo su testimonio en silencio.
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El hambre que había pasado la chica ya era una condena a una muerte casi segura. Pero eso no era todo. Había numerosas heridas en todo el cuerpo de Jeanette que se encontraban en varias etapas de curación. Hubo al menos 200 lesiones registradas por los médicos que le realizaron la autopsia. Además, los especialistas descubrieron que la víctima tenía un agujero en la parte posterior de la cabeza que le había causado una hemorragia en el cerebro. Además, la chica tenía neumonía crónica. Sus pulmones estaban al borde del colapso.
La autopsia concluyó que la muerte de Jeanette se produjo como resultado de mutilaciones y torturas intencionales.
Más tarde esa noche, mientras la chica moría en el hospital, su mamá Angela McAnulty y su padrastro, Richard McAnulty, fueron arrestados. La pareja fue recluida en la cárcel del condado de Lane. Después de los arrestos, los otros dos hijos de Angela, de 12 y 5 años, fueron puestos bajo custodia de la Justicia.
El barrio que no quería saber de Jeanette
El entorno de la pareja no podía creer lo que pasaba. ¿Los McAnulty acusados de tortura y asesinato? Bobby Stolp era presidente de la empresa Raider Trucking y había contratado a Richard como chofer de camiones durante siete años.
“No puedo creer todo lo que se dice de ellos. Siempre fue un empleado muy cumplidor, educado y nunca tuvo acciones violentas con nadie”, dijo cuando fue consultado por un medio de Oregon.
Sin embargo, tras la muerte de Jeanette pronto salió a la luz una sombría historia de abuso y tortura en el hogar. Mientras se registraba la casa de la familia, los investigadores encontraron una regla rota, dos cinturones y ramas de árboles cubiertos de sangre. También hallaron una habitación también salpicada de restos humanos. Los investigadores creen que allí ocurrían los abusos y torturas.
Los detectives hallaron un trozo de cartón cubierto de sangre. Ese elemento se colocaba debajo de Jeanette mientras dormía en el suelo para que no ensuciara con sus heridas la alfombra.
Por alguna razón que nunca fue revelada, Jeanette era la única niña de la casa que sufría las torturas. Antes de arrancar esas ceremonias del horror, Angela encendía una aspiradora para que los vecinos no pudieran escuchar lo que pasaba.
Así mientras en el living sus otros dos hijos leían alguna historieta, tomaban la leche o miraban la televisión, Jeanette sufría un calvario inimaginable.
Años después durante el juicio se empezó a destapar lo que había vivido la chica de 16 años. En una ocasión, Jeanette recibió una piña con tanta violencia que su labio se partió al medio.
Sin embargo, pese a los gritos desgarradores de la chica y la sangre que le brotaba de los labios, Angela y Richard no la llevaron al hospital. Como resultado, sus heridas cicatrizaron solas. Así a la chica le quedó la boca deformada. Nadie en el barrio o en el colegio hizo algo por la joven. “Me caí de la escalera de mi casa”, sostenía Jeanette y nadie más repreguntaba.
La noche del asesinato de Jeanette, Angela había llamado a Lynne. Lloró y gritó por teléfono porque algo le había pasado a su hija. La mujer dijo que el cuerpo de la joven estaba frío y que no podían despertarla. Lynne le preguntó a Angela si había llamado al 911 a lo que la mujer dijo que no, porque no quería ir a la cárcel. Richard fue el encargado de hacer esa llamada. La abuelastra volvió a llamar minutos después y habló con Angela una vez más. Allí, la asesina confesó que había golpeado a Jeanette.
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Sentencia
Una vez que se escucharon todos los testimonios, Angela tuvo la oportunidad de dirigirse al jurado. Reconoció que había abusado de Jeanette pero agregó: “No quería que mi niña muriera”.
Después de seis horas de deliberación, el jurado decidió que Angela debería ser sentenciada a muerte por torturar y matar a Jeanette. Fue la primera mujer en Oregon en recibir esa condena desde que se restableció la pena capital en 1984. Mientras se leía el veredicto, Angela no lloró.
Luego fue el turno de Richard, quien también se declaró culpable de asesinato por abuso por no proteger a Jeanette. Fue sentenciado a cadena perpetua sin posibilidad de solicitar la libertad condicional.
En julio de 2019, el Tribunal Superior de Oregon anunció que anularía la condena por asesinato de Angela porque sus abogados no la representaron ni asesoraron adecuadamente durante su juicio.
El juez dictaminó que Angela debería tener un nuevo juicio. Luego, en agosto de 2020, se llegó a un acuerdo que condenó a la mujer a cadena perpetua sin libertad condicional. Así la pareja morirá en la cárcel. De Jeanette quedan sus textos y alguna fotos en la que parecía gritar por ayuda. Aullidos de dolor que nunca fueron escuchados.