Jane Fonda recibe el mejor regalo de cumpleaños

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Jane Fonda
Jane Fonda

Jane Fonda había anunciado en septiembre último que estaba sometiéndose a quimioterapia tras haber sido diagnosticada con una forma tratable de Linfoma No Hodgkins. Ahora la dos veces ganadora del Oscar festeja sus fabulosos 85 con la alegría de que el cáncer entró en remisión.

LA ACTRIZ REVELÓ QUE UNE EL CÁNCER QUE LA AQUEJABA ACABA DE ENTRAR EN REMISIÓN

La semana pasada mi oncólogo me dijo que puedo discontinuar la quimio. Me siento tan bendecida, tan afortunada –compartió la icónica actriz también en su cuenta de Instagram–. Les agradezco a todos los que rezaron por mí y me mandaron buenos pensamientos. Estoy segura de que cumplieron un rol en esta buena noticia”.

“Estoy especialmente contenta porque mientras las primeras cuatro sesiones fueron relativamente fáciles para mí, sólo con algunos días de cansancio, la última fue dura y llevó dos semanas, por lo que se me dificultó cumplir casi con todo”, escribió para demostrar que el fuego de su activismo sigue tan fuerte como de costumbre aún en la adversidad. “Los efectos se fueron justo a tiempo para que llegara a D.C. para la primera marcha presencial del Fire Drill Friday”, dijo sobre la misma movilización contra el cambio climático que encabeza vestida de rojo desde 2019 y por la que fue detenida en varias oportunidades acusada de desobediencia civil.

En su autobiografía, My life so far (2005) Fonda dividió su vida en tres actos, cada uno de treinta años. Tenía entonces 68, por lo que aún quedaban por vivir más de dos tercios de la tercera etapa, pero ya sabía que sería la más trascendente: “Este es el tiempo que determinará las cosas por las que seré recordada”.

En actos, como elige contar su historia ella, el primero comienza a días de la Navidad de 1937, un 21 de diciembre en un hogar acomodado de Nueva York. Su madre era la socialité canadiense Frances Ford Seymour; su padre, el prócer de Hollywood Henry Fonda. “Crecí a la sombra de un monumento nacional”, dice la actriz en el documental Jane Fonda in Five Acts (2018) sobre el patriarca de esa familia de actores que fue la cara de los valores americanos, pero estuvo demasiado ocupado como para transmitírselos a ella y a su hermano Peter.

Jane tenía 12 años cuando su madre se suicidó mientras estaba internada en una clínica psiquiátrica. De esa época de su vida, Jane recuerda esforzarse por mostrarle a su padre que podía hacer las mismas cosas que los varones: montar a caballo, usar pantalones, correr por el rancho y cuidar la huerta.

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El segundo gran acto de su vida fue con Cat Ballou (1965), en realidad su gran salto, el papel con el que probó que realmente era una actriz capaz de “robarse” una película. Y empezó a forjar –con o sin intención– una línea en el camino de una pionera que no tardaría en definirse como feminista. Un Western protagonizado por una mujer, un Western para contar la historia de una mujer: la chiquita de trenzas que montaba a caballo en el rancho para que su padre la notara (“Quiere ser como yo”, decía él), ahora había logrado un éxito de taquilla con las mismas armas. En el fondo, ella siempre había sido una cowboy, la protagonista de su propia película de aventuras.

También en 1965, ya como la actriz del momento, conoció en París al director Roger Vadim, con quien tuvo a su hija Vanessa (53). Su primera reacción al conocer a ese francés agresivo, pero con un sex appeal demoledor, fue prometerse que no filmaría con él. “Terminamos en la cama”, cuenta. Dice también que fue él quien, en 1968, la convirtió en un símbolo sexual en todo el mundo con Barbarella: “Así era como él veía a las mujeres”.

Es cierto también que la imágen de bomba sexual de Barbarella y la de la Jane de los videos de fitness –donde la actriz exorcizaba décadas de problemas con su cuerpo– que financiaron el activismo de su segundo marido, Tom Hayden –se casaron en 1973, cuando ella se divorció de Vadim–, fueron un velo que no dejó ver a muchas feministas la tarea enorme que estaba desarrollando, mientras la mirada tradicional la juzgaba, por ejemplo, por haber osado dejar a Vadim y a su hija para viajar sola en una suerte de “retiro espiritual” a la India.

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El tercer acto de su vida es el del abrazo definitivo con el activismo. En 1988, participó en la franja televisiva del plebiscito por el “No” en Chile, la opción opositora a la continuidad de la dictadura de Pinochet. En sus memorias, escritas hace ya veinte años y antes de que el movimiento de mujeres fuera masivo en todo el mundo, Fonda ya se define como una persona “liberal y feminista”. Y dice que si hay un secreto en su vida es pasar de las fiestas. La aburren porque sirven vino y champagne, dice, y, como su personaje de la serie Grace & Frankie, ella sólo toma vodka.